viernes, 13 de abril de 2012

ANTES DEL AMANECER...


A las siete en punto de la mañana sonó el despertador, mi mente poco a poco fue iniciándose, no sabía muy bien donde estaba hasta que miré a mi alrededor y reconocí mi habitación. Me quedé un poco más en la cama hasta que sonó de nuevo el despertador, como una tortura psicológica pensaba quedarme un rato más, pero era absurdo dilatar lo inevitable, levantarme e irme a trabajar. A lo lejos escuché la voz de mi madre como me llamaba diciéndome que iba a llegar tarde. Me levanté con mucha pereza y me dispuse a tomar el desayuno, una rutina diaria que a veces me aburría. Acto seguido pasé al baño para lavarme la cara, los dientes, peinarme y por último vestirme. Ya era tarde y no podía perder mucho tiempo. Cogí el billete mensual del tren, la comida que mi madre me había preparado en un tupper, y me dirigí a la puerta de mi casa.

Salí a la calle como siempre, todo estaba desierto, vacío, no había nadie a mi alrededor. Poco a poco me acerco al apeadero de Entrevías, y veo a mis compañeros de viaje, personas que conozco pero que nunca hablo con ellas. A paso ligero todos vamos a coger el mismo tren.


Corriendo, bajo las escaleras de la estación, y escucho el sonido de los raíles, - dios, creo que voy a perder el tren -, justo cuando estoy a punto de entrar, las puertas se cierran….pensé, otra vez que llego tarde al trabajo. Me quedé en el andén esperando al siguiente tren, el posterior no se me escapará, eso me consolaba. La verdad es que tardó tres minutos escasos y cuando llegó pensé, ¿por que puerta me meto?, no se si por la primera o por la segunda, que más da, la primera mismo. Entre empujones logré hacerme un hueco entra la multitud, como siempre a estas horas no cabe un alfiler, pero ya me he acostumbrado a viajar sin intimidad.

Dentro del vagón miraba a mi alrededor, y vi un asiento libre, me apetecía mucho sentarme y casi lo logro, pero una madre con su hija también buscaban lo mismo que yo. Sin pensarlo les cedí el sitio para que pudiera sentarse con la nena, tendría 4 añitos, era rubita y estaba peinada con dos coletas muy graciosas, la verdad que me alegró mucho la mañana, pensé que bonita y feliz es. Recuerdo que le pregunté el nombre, muy simpática me contestó como se llamaba, seguidamente poco a poco se iba quedando dormida, que envidia me decía a mi mismo. Agarrado a la barra y con la mochila entre las piernas, creo recordar, iba leyendo el periódico de un compañero de viaje, el Marca, donde se plasmaba la victoria del Madrid frente al Bayern. Volví a mirar a mi alrededor, había jóvenes, adultos, españoles, extranjeros, trabajadores, gente con corbata, creo que todos íbamos al mismo sitio. Todos estos desconocidos de los que estoy hablando son para mi un motivo para ser mejor persona, para luchar por mis objetivos y para seguir adelante en la vida, ya sabréis mas adelante por qué. La gente iba leyendo las noticias de los periódicos sin pensar que al día siguiente la noticia de esos periódicos íbamos a ser nosotros mismos.


Agarrado a la barra, con el movimiento del tren cerré los ojos, solo para relajarme, estaba especialmente nervioso ese día, inconsciente de que desde ese momento mi vida no iba a ser la misma. Si pudiera adelantarme al futuro, posiblemente no hubiese cerrado los ojos.

Con los ojos cerrados escuché como el tren iba mas despacio, afortunadamente ya llegábamos a Atocha, abrí los ojos y ….se paró el tiempo, mi mirada lentamente recorrió a todas las personas que tenía alrededor, caras alegres, tristes, dormidas. Me quedé mirando a la niña de las coletas rubias que iba sentada en las piernas de su madre, dormida…..y de repente una fuerte luz me cegó. El resplandor hizo que mis pupilas encogieran como un gato asustado, mis músculos se tensaron y acto seguido un fuerte estruendo anuló mis oídos. Sin darme cuenta estaba en el suelo con parte del techo del vagón encima. Recuerdo que no se escuchaba absolutamente nada, una sensación de vacío que nunca había sentido. Estaba confuso, desorientado, perdido, la verdad es que no sabía si estaba muerto o no, hasta que pude moverme y pensar. Desperté ensangrentado con la imagen del infierno delante. El resto de viajeros fueron mi escudo pero no el de aquella nena rubita con coletas que nunca olvidaré. Me levanté como pude y volví a mirar a mí alrededor. Es imposible describir con palabras lo que vi allí, seguro que el infierno es parecido, tengo la imagen grabada como una foto en mi alma. Rápido y de forma inconsciente busqué a la pequeña niña de las coletas rubias, inconscientemente la hablé… sabes que tardé menos de un minuto en reaccionar, que intenté salir contigo en brazos, pero desgraciadamente tanto mal te había matado, el fanatismo, el terrorismo, la rabia habían acabado con una vida tan joven. Cuando te miré en mis brazos parecías dormida, como unos minutos antes. Aún así, sabiendo que ya no estabas allí quise sacarte y te saque del vagón y estuve a tu lado hasta que vino el SAMUR, pero antes te devolví la sonrisa que me distes y te di un beso en la mejilla. El odio te había matado y a mi me había herido para siempre. Sin pensarlo volví al vagón a por más gente. Mis manos estaban llenas de sangre, la gente deambulaba como desorientaba, realmente creo que no sabían lo que había pasado. La gente me miraba y por la cara me caía sangre en abundancia, a lo lejos escuché: chico, no te muevas, siéntate, y yo decía, pero ¿por qué?, ¿por qué me tengo que sentar?, ¿por qué me miran así?, ¿qué tengo en la cabeza?, me respondían, nada nada, pero siéntate por favor.

Una mujer que andaba por las vías me ofreció su móvil para que llamara a mi familia. Realmente no se ni lo que le conté a mi madre, pero ella dice que la dije, “mamá una bomba, la bomba en Atocha mamá, no se que hacer”. Posteriormente empecé a escuchar las sirenas de los bomberos y de las ambulancias, también oía gritos de personas a punto de morir del dolor, que triste era todo…

Apenas saqué dos o tres personas más y desfallecí, caí mirado al cielo y la verdad no sabía si iba a subir o no. Cuando abrí de nuevo los ojos, estaba en el hospital y no me acordaba del nombre de la niña, juré saber cual era y al poco me acordé, te llamabas…, eso me lo guardo para los dos. Hoy te tengo como algo especial en mi corazón, que gira en torno a mi persona, eres mi ángel y espero que tu familia vuelva a sonreír de nuevo.

Lo último que oí antes de volverme a dormir, fueron las palabras de un médico diciendo. ¡¡¡Parada, parada, parada!!!, un pitido continuo puso fin a lo inevitable.


Ha sido duro desarrollar este relato, hacía mucho tiempo que rondaba por mi cabeza. Tengo que reconoceros que la historia que hoy he escrito es ficticia, y todos los personajes son inventados, pero en el fondo, es la realidad de lo que pasó aquel fatídico día. Espero no herir los sentimientos de nadie.

Aquel día Madrid demostró ser la ciudad más fuerte del mundo.

“En la mañana del jueves 11 de marzo de 2004, diez mochilas cargadas con TNT hicieron explosión en cuatro trenes de cercanías de Madrid (España) mientras estaban entrando y saliendo pasajeros en cuatro estaciones diferentes.

Las explosiones tuvieron lugar en hora punta, entre las 07:39 y las 07:42 horas en las estaciones madrileñas de Atocha (3 bombas), El Pozo del Tío Raimundo (2 bombas) y Santa Eugenia (1 bomba)”

QUIERO DEDICAR ESTA HISTORIA A TODOS LOS AFECTADOS POR EL ATENTADO DEL 11-M.


miércoles, 4 de abril de 2012

TUTANKAMÓN.

“Transcurrió bastante tiempo hasta que pude ver algo. El aire caliente del interior provocaba que la llama del candil se agitara, pero tan pronto mis ojos se acostumbraron a la luz tenue del interior de la cámara, poco a poco fue apareciendo ante mí una extraña y maravillosa mezcla de objetos bellísimos y extraordinarios amontonados unos sobre otros”. Naturalmente hubo un cierto suspense para aquellas personas presentes allí que no podían ver nada, hasta que Lord Carnarvon me preguntó “¿puede usted ver algo?”. Y le respondí, “sí, esto es maravilloso”. Y con precaución hice el agujero lo suficientemente grande para que pudiéramos asomarnos los dos.

Tras años de desasosegado esfuerzo y empeño, se abría al mundo la puerta de uno de los descubrimientos más dorados de la Historia de la arqueología. Detrás de la puerta, el misterio más profundo y oculto de un faraón de cuya historia bien poco se conoce. Detrás de las letras de Howard Carter, la inquietante personalidad de un hombre al que muchos definieron como solitario, arisco, pomposo, ambicioso, testarudo e insensible.

De forma breve y escueta vamos a recorrer la corta vida de Tutankamón, yerno del faraón Akenatón. Ascendió al trono con tan solo 12 años llevando el nombre de Tutankaton, en honor del dios solar Atón. El reinado de Tutankamón no tuvo otro significado que este restablecimiento del orden tradicional del Egipto faraónico, bajo la influencia de los sacerdotes y generales conservadores.
Finalmente murió con 18 años de forma misteriosa, tras mostrar una clara oposición a las persecuciones realizadas en contra de los partidarios de Atón. Debe su fama a que su tumba fue la única sepultura del Valle de los Reyes que llegó sin saquear hasta la edad contemporánea.


Cuando Howard Carter comenzó a excavar en el Valle de los Reyes de Egipto, su ambición era encontrar una tumba real completa, con todos sus tesoros. Muchos lo habían intentado antes y habían fallado. Durante años, Carter trabajó diligentemente bajo el sol abrasador. En 1922, encontró un escalón en el fondo del valle.

“Se abre la segunda puerta sobre las 2 pm.”, esta frase la anotó Carter en su agenda el día que descubrió al faraón niño, la tumba de Tutankamón el 26 de Noviembre de 1922.

La fascinación y el misterio del antiguo Egipto, riquezas inestimables sepultadas y objetos de gran valor artístico, el amor por la arqueología, la tenacidad y la aventura se mezclan en el relato del descubrimiento más famoso del siglo XX. Ninguna de las miles de sepulturas identificadas anteriormente, ni las que siguieron a ese hallazgo, encerraban una mínima parte de lo que se encontró en la tumba, la única intacta en toda la historia de la egiptología. Los 2.250 objetos que constituían el ajuar funerario del faraón, así como su sarcófago de oro, habían permanecido encerrados y milagrosamente protegidos durante unos 35 siglos.

Fue el 11 de noviembre de 1925 cuando Carter miró fijamente a los ojos del Rey Niño, lo describió de la siguiente forma:
“Hoy ha sido un gran día en la historia de la Arqueología, y también podría decir que en la historia de los descubrimientos arqueológicos. Y un día de días para alguien que, después de años de trabajo, excavando y conservando el anhelo, ha logrado por fin ver hecho realidad lo que antes era solamente una conjetura”.


“Como se mencionó anteriormente la momia del Rey no podría extraerse del sarcófago sin que ésta se dañara, el examen debía necesariamente ser realizado tal cual estaba. 10.35 am. Como consecuencia de la fragilidad y la naturaleza en polvo de las capas externas de la envoltura, la totalidad de la superficie expuesta de la momia, excepto la máscara, fue pintada con cera de parafina derretida a una temperatura que permanece congelada como una fina capa sobre la superficie, y no penetra en los lienzos en descomposición más que a una muy corta distancia.”

A partir de este momento, las vidas de los descubridores de la tumba de Tutankamón se turbaron negra, ya que una serie de acontecimientos rompieron la felicidad que produjo su hallazgo. El asesinato del faraón era uno de los pilares sobre el que se basaba la leyenda o maldición del faraón. A día de hoy todavía existen razones para pensar que tal cúmulo de muertes no se debía tan solo a una coincidencia. Estudios recientes confirman que la muerte de Tutankamón, al contrario de lo que se suponía, se produjo a causa de una fractura en la pierna, su curación se complicó y causó la muerte debido a una infección o simplemente a una hemorragia interna.

La idea de profanar una tumba y el cadáver enterrado en ella, suscita los más terribles presagios de mala suerte y muertes. Es algo que subyace en nuestra conciencia social y que nos empuja a buscar explicaciones irracionales en sucesos que difícilmente pueden entenderse. Aquel 26 de noviembre de 1922 se desató la maldición más terrible conocida por el mundo: la maldición de Tutankamón.

Oculto sobre las arenas del Valle de los Reyes, la maldición persiguió a los que en su día se atrevieron a profanar su tumba, y su historia se convirtió en un relato que conjura romanticismo, intrigas, luchas, misterios y un rosario de victimas relacionadas con el descubrimiento de la tumba de Tutankamón. Elementos suficientes, todos ellos, para haber creado el mayor mito del siglo XX.


Todo se remonta al ambiente de tensiones sociales y políticas en las que vivió Tutankamón, una época convulsiva. A las puertas de su reino estaban los hititas dispuestos a invadir el país, internamente el gobierno se resquebrajaba. La mente del faraón estaba llena de oscuros nubarrones y todo nos lleva a pensar que su vida fue un fracaso, siendo un faraón de segunda fila sin apenas importancia en la Historia de Egipto, como demuestra su tumba, mucho menor que la de Ramsés II.

Dicho lo anterior, entonces ¿por qué la grandeza de este faraón?, ¿por qué se ha convertido en el faraón más conocido del todo el mundo?

Su caótico reinado, su misteriosa muerte, los más de 3.000 años que su tumba permaneció perdida y olvidada en el desierto, y su descubrimiento, comenzaron a formar parte de una leyenda popular propia de novelas.

Aquel 26 de noviembre, a las puertas de su tumba se encontraban Howard Carter, su descubridor, Lord Carnavon, su mecenas, lady Evelyn Herbert, hija de Carnavon, su ayudante, y hasta 20 personas, entre ayudantes, científicos y altas personalidades.

Cuando tras quitar el sello, Carter asomó la cabeza, a su espalda, Lord Carnavon le preguntó lo que veía…
…Carter, sin saber la terrible ola de muertes que se sucedería tras la apertura, dijo sereno: “Cosas maravillosas”… Acto seguido rompió el sello de la entrada y deslizándose cámara adentro buscó aquel fabuloso tesoro escondido entre las arenas y las piedras del valle de los Reyes durante más de 3.000 años.

Cuando entró, Carter observó que la tumba ya había sido profanada anteriormente, pero extrañamente parecía que los ladrones no se habían llevado nada. Continuó hacia la segunda puerta. Las antorchas iluminaron el mayor tesoro que ningún arqueólogo pudiera imaginar antes: figuras de animales, estatuas, joyas, oro. De pronto el silencio se hizo sepulcral, todos quedaron absortos ante semejante belleza. Carter era consciente de que con este descubrimiento cambiaría la historia para siempre, siendo el más importante de toda la historia de la Egiptología hasta el momento y aún les faltaba visitar la cámara mortuoria.

La tumba tenía cuatro cámaras, en la tercera de ellas estaba la Sala del Tesoro en la que una colosal estatua de Anubis guardaba y protegía el cobre donde se guardaban los órganos de Tutankamón. La última de las salas, era la cámara mortuoria. Al fin Carter pudo comprobar que los sellos estaban intactos, lo que quería decir que la momia aún estaba dentro. Desde este momento los ojos del mundo se volvieron hacia esta expedición, a la que seguía una especie de expectación y emoción, pero también temor.


Una vez descubierta la tumba de Tutankamón, el cielo se cubrió de nubes, el viento corría entre las dunas del desierto, y el cielo rugía con relámpagos de fuego. Las primeras muertes no tardaron en llegar. Apenas siete semanas después de abrir la cámara mortuoria, el faraón cumplió su maldición. Lord Carnavon, el mecenas de la expedición y mejor amigo de Howard Carter murió de neumonía, al menos es lo que figura en su certificado de defunción, ya que algunos científicos aseguran que su muerte se produjo por una herida que se hizo en la expedición y desembocó en aquella enfermedad mortal el día 5 de Abril de 1923.

Pensar en la ciudad de Egipto como un lugar espiritual donde moran los ka o almas de los muertos, para mí fue la primera señal de que una maldición se había lanzado sobre aquel descubrimiento. Toda la expedición era consciente de aquello, tenían miedo, y cuentan que aquel mismo día de Abril de 1923, las luces de todo El Cairo se apagaron y el fiel perro de Carnavon, a miles de kilómetros de distancia, en su Inglaterra natal, cayó muerto en aquel mismo instante que su amo falleció, ¿leyenda o maldición?

A pesar de los avisos de Tutankamón, Carter siguió excavando durante meses toda aquella zona en busca de una misteriosa tumba y de un desconocido faraón que podría estar enterrado allí. Se cuenta que cierto día Carter se presentó con un canario en el campamento y cuando le preguntaron dijo que era para que le diera suerte. A los pocos días de estar el canario, encontraron unos escalones que bajaban a algún sitio. La habían encontrado, parecía que el pájaro si los había traído suerte. Pues bien, el mismo día en que Carter abrió la cámara mortuoria, una cobra, considerada el animal sagrado asociado a los faraones, atacó al canario, le mató instantáneamente. Los trabajadores egipcios empezaron a murmurar que el espíritu de Tutankamón se había encarnado en aquel animal.


Seis meses después de la muerte de Lord Carnavon, falleció su hermano Aubrey, tras ser operado sin importancia. El ayudante personal de Howard Carter, llamado Arthur Mace murió al poco de una pleuresía. En 1926 murió Georges Bendi, el egiptólogo francés que había asistido a la apertura, al caerse por las escaleras visitando la tumba. Otro de los visitantes diplomático, un príncipe egipcio, murió tiroteado. Un compañero del francés, el egiptólogo egipcio James Breasted lo hizo de una infección; George J. Gould, norteamericano, se resfrió en la tumba y murió poco después. Richard Bethel, secretario personal de Carter, lo encontraron muerto de un infarto, y poco después, fue su padre el que se suicidó tirándose por una ventana, y así hasta una veintena de extrañas muertes.

¿La maldición?, ¿la pura casualidad? Ha habido tumbas en las que se han encontrado tablillas grabadas con una maldición, costumbre que tenían desde que estas tumbas eran saqueadas, como medio para ahuyentar a los ladrones. Sin embargo, Howard Carter siempre mantuvo que nunca encontraron una tablilla así.

Yo pienso en la casualidad porque Howard Carter no murió en extrañas circunstancias siendo el principal descubridor del faraón, pero si me queda un ápice de duda, pensando que algo tuvo que suceder en torno a aquel misterioso descubrimiento. Hoy en día es más difícil pensar en una maldición y es más sencillo dejarlo como una leyenda, la cual podemos contar a nuestros futuros nietos o a nuestros hijos, desarrollando una historia interesante donde se puede aprender y se puede dejar en el aire la duda, para que cada mente saque su propia opinión.

Como anécdota, decir que en el Titanic viajaba una momia, la de Amen Ra, otra que llevaba una maldición a sus espaldas. ¿Otra casualidad?